Éxodo socialista: 26.000 afiliados huyen del PSOE de Sánchez mientras la corrupción hace conga

El Partido Socialista Obrero Español (PSOE) se desangra por sus propias venas: ha perdido la friolera de 26.000 afiliados desde que Pedro Sánchez llegó al poder en 2018. Un número que no solo evidencia desencanto, sino también la sensación de que algo huele muy mal en Ferraz. Y no, no es el ambientador de Moncloa; es el hedor a corrupción, dedazos, enchufismos y traiciones a los principios fundacionales del partido.
Según cifras internas el PSOE tenía en 2018 un total de 187.949 afiliados. Hoy, apenas quedan 161.136. La tendencia no es casual. Coincide con el desfile judicial de figuras socialistas implicadas en tramas de corrupción, contratos inflados, chiringuitos disfrazados de fundaciones y un líder que ha hecho del poder personal su única ideología.
La debacle no solo se explica por las decisiones políticas. La base militante —la que tocaba timbre, ponía mesas y se partía la cara en campaña— siente que ya no tiene voz ni voto. El partido, convertido en un cortijo presidencial, ha reemplazado el debate interno por el culto al líder. Y mientras el PSOE se achica, Sánchez sigue blindado por su núcleo duro y por una ejecutiva que prefiere callar antes que contradecir.
Cuando el dedazo se convierte en doctrina
Las estructuras del partido están cada vez más intervenidas desde arriba. Candidaturas impuestas, congresos vacíos de contenido, purgas silenciosas de voces críticas y pactos con partidos que hasta ayer eran tabú. Todo ello ha contribuido al colapso interno. En vez de renovar, el PSOE se ha convertido en una máquina de supervivencia personalista, donde el único objetivo es sostener a Sánchez a cualquier precio.
Y mientras tanto, la corrupción sigue su curso. Desde las mascarillas a precio de oro hasta las contrataciones opacas en administraciones gobernadas por el PSOE, pasando por tramas de enchufismo en autonomías clave. ¿Quién quiere militar en un partido que predica igualdad pero practica la endogamia más obscena?
¿Resistir? Sí, pero solo
El mantra sanchista de la resistencia ya solo sirve para resistirse a aceptar la realidad. El PSOE, otrora partido de masas, ya no convence ni a los suyos. La fuga de afiliados no es solo numérica: es simbólica. Refleja la decepción de miles de ciudadanos que un día creyeron en la socialdemocracia, en la justicia social y en un proyecto colectivo que hoy está secuestrado por la vanidad de unos pocos.
Quizá Sánchez aún crea que todo esto es un triunfo. Después de todo, menos militantes, menos problemas. Menos voces críticas, más silencio. Pero el precio es alto: un partido vacío, una izquierda dividida y una democracia más débil.
¿Qué vendrá ahora? ¿Una nueva purga? ¿Un vídeo con piano de fondo? ¿Un "Querida militancia" grabado en 4K desde el Palacio de la Moncloa? Pase lo que pase, el PSOE ya no es lo que era. Y miles de sus antiguos afiliados lo han entendido mejor que nadie: la salida está por la izquierda, pero también por la puerta.