¿Una emprendedora ejemplar? Begoña Gómez registró como suyo el software de la Complutense mientras vivía en un piso pagado por una empresa de saunas y prostíbulos

El colmo del descaro: apropiación intelectual y favores empresariales
Mientras el ciudadano medio se desvive por pagar un alquiler, impuestos abusivos y facturas hinchadas, la esposa del presidente del Gobierno parece disfrutar de un trato VIP cortesía de una red bien engrasada de favores, conveniencias y silencios cómplices.Begoña Gómez registró a su nombre la marca de un software desarrollado en la Universidad Complutense, institución pública donde ella dirigía una cátedra patrocinada.
Este software, desarrollado con recursos públicos y por personal universitario, pasó misteriosamente a ser de su propiedad intelectual. Lo inscribió como marca suya mientras ocupaba un puesto privilegiado financiado por empresas privadas, muchas de ellas beneficiarias de contratos públicos o vinculadas a tramas empresariales de dudosa reputación.
¿Un piso pagado por empresarios del ocio nocturno?
Pero la cosa no acaba ahí. El colmo del escándalo lo pone la revelación de que Gómez vivía en un piso cuyo alquiler era sufragado por una empresa vinculada a saunas y prostíbulos. ¿Se imaginan el titular si esto lo hiciera la esposa de un dirigente de la oposición? La maquinaria mediática ya habría arrasado hasta las ruinas.
Aquí no estamos ante una anécdota. Estamos ante la confirmación de un sistema corrupto e impune que mezcla intereses empresariales, fondos públicos y redes clientelares. Mientras tanto, Sánchez se parapeta en el silencio, escudándose en una supuesta persecución a su familia.
Universidad pública al servicio de intereses privados
El hecho de que una universidad pública permita —o mire hacia otro lado— mientras se registran como propiedad privada desarrollos académicos pagados con dinero de todos, debería encender todas las alarmas. Pero claro, ¿quién va a denunciar esto si las instituciones están ya colonizadas por el poder político?
Vivimos en una democracia de cartón piedra, donde la apariencia lo es todo y la justicia es selectiva. La prensa libre que aún queda sigue sacando los trapos sucios, pero la ciudadanía parece anestesiada.
¿Hasta cuándo vamos a tolerar esto?
El problema no es solo Begoña Gómez. El problema es el ecosistema de corrupción institucionalizada que ha crecido al abrigo del poder. Es la impunidad con la que se actúa. Es la falta de respuesta de una ciudadanía cansada, resignada o manipulada.
Basta ya. Es hora de despertar. Porque si no lo hacemos, mañana seremos nosotros los que tengamos que pedir permiso para respirar.