Sánchez mete a España en una cruzada contra Netanyahu… sin la pandilla europea ni el tío Sam

Pedro Sánchez vuelve a vestirse de salvador del mundo… pero esta vez parece que ha salido sin invitar a los amigos importantes. En un movimiento digno de un capítulo de “Mortadelo y Filemón”, España ha firmado junto a Islandia, Irlanda, Luxemburgo, Malta, Noruega, Portugal y Eslovenia una declaración para condenar la ofensiva israelí en Gaza. Hasta aquí, todo correcto… salvo que nadie de las grandes potencias europeas ni Estados Unidos se han sumado al invento.
La nota, redactada con un tono tan diplomático como acusatorio, advierte que la ocupación de Gaza por parte de Israel solo va a empeorar una crisis humanitaria ya desbordada. Se alerta de miles de víctimas más, de un desplazamiento masivo de civiles y de una flagrante violación del derecho internacional. Todo muy serio, todo muy formal… pero sin eco en los despachos que realmente cortan el bacalao.
En la lista de firmantes no hay ni Francia, ni Alemania, ni Italia, ni el Reino Unido. Tampoco Washington. Nada. Silencio. Sánchez, que en el plano internacional parece disfrutar de ese papel de “líder valiente que se enfrenta a los poderosos”, olvida que, sin respaldo, estas declaraciones tienen el mismo peso que un tuit indignado en plena sobremesa de domingo.
Mientras tanto, en la otra punta del mundo, Netanyahu sigue adelante con sus planes. La declaración española —y de sus pocos aliados— se centra en pedir alto el fuego inmediato, entrada urgente de ayuda humanitaria y respeto al sacrosanto plan de los dos Estados. Palabras nobles, sí. Pero en política internacional, las palabras sin músculo diplomático acaban archivadas en la carpeta “Bonitas intenciones” del escritorio de algún burócrata de la ONU.
El problema no es tanto la postura (que muchos pueden compartir) como la forma. Si España quiere influir, necesita alianzas sólidas, no firmar documentos con un grupo reducido de países que, en términos de peso geopolítico, tienen la fuerza de un grupo de WhatsApp de exalumnos. ¿De verdad alguien cree que Netanyahu va a replantearse su estrategia porque Pedro y un puñado de socios menores le hayan enviado una carta?
Pero claro, para la política interior, esto da titulares. Y en Moncloa lo saben. Sánchez puede presentarse como el defensor de los derechos humanos frente a la barbarie. Un discurso que, aunque moralmente impecable, se usa como arma de imagen. En un momento en el que la política nacional está que arde, siempre viene bien cambiar de tema y aparecer en la foto como el estadista global.
La paradoja es que, en esta operación, España corre el riesgo de aislarse en el plano internacional, justo en un momento en el que necesitaría tejer más lazos que nunca. Porque una cosa es criticar con razón y otra, hacerlo desde un altavoz que apenas llega a la esquina de la calle.
Mientras tanto, los españoles seguimos viendo cómo nuestro país se mete en charcos de los que no sabemos cómo vamos a salir. Sin respaldo de los grandes, sin estrategia clara, y con un presidente que parece más preocupado por la foto y la pose que por los efectos reales de sus movimientos diplomáticos.
¿Qué nos jugamos? Pues, además de nuestra influencia internacional, el riesgo de que, en futuras negociaciones y alianzas, España sea vista como ese compañero que hace declaraciones grandilocuentes pero luego no tiene con quién respaldarlas. Y en política exterior, la soledad rara vez es sinónimo de éxito.
En resumen: otra jugada de Sánchez que, si fuera un episodio de cómic, se titularía “Operación Gaza: misión sin aliados”. Lástima que no sea ficción.