Resumen cabreado de una España desgobernada

¿A quién le sorprende ya que se repartan millones como si fueran cacahuetes mientras tú y yo apenas podemos llenar el depósito? El escándalo de Cerdán ha reventado la última gota de decencia que le quedaba al PSOE. Un partido que se desangra tras el 23-J, que ni siquiera ha tenido la decencia de fingir vergüenza. Y mientras tanto, Sánchez sigue sonriendo en su pedestal, blindado por un séquito de mediocres y pelotas que se reparten los contratos como si fueran fichas de dominó. ¿Dónde están los fiscales? ¿Dónde están los controles? No están, y no se les espera. Porque lo tienen todo atado y bien atado.
Ábalos, la balsa rota de un Titanic socialista
Ábalos ha pasado de ministro todopoderoso a figurín incómodo que incomoda incluso a su propia sombra. Pero lo fuerte no es eso. Lo fuerte es que su “expulsión” y sus confesiones sirven solo para tirar de la manta… un poco. Lo justo para que veamos la mugre sin que se airee todo. ¿Cuánto tiempo llevaban chupando del bote sin que nadie dijera ni mu? ¿Y quién se lo lleva ahora? Todo huele a pacto, a silencio comprado, a “tú tira de esta cuerda, pero no de esa”. Lo más triste es que los medios han comprado el discurso de que aquí no pasa nada. O peor: lo decoran, lo barnizan, lo convierten en espectáculo.
La oposición: una panda de zombis que mira al techo
Y mientras el PSOE se deshace entre escándalos, ¿qué hace la oposición? Nada. Cero. Más preocupados por ajustar su discurso a las encuestas que en ejercer de contrapeso real. Ni mordida, ni golpe en la mesa. Ni una propuesta valiente. ¡Pero si a veces parece que están más incómodos con los escándalos del gobierno que el propio gobierno! Porque así no tienen que mojarse, ni pensar, ni trabajar. Solo esperar que el poder les llegue por desgaste, no por mérito. ¿Dónde están los líderes con coraje? ¿Dónde está la alternativa? No existe. Solo hay calculadoras, mediocres y cobardes.
Y mientras tanto, el pueblo paga la factura
Cada día que pasa, el ciudadano ve cómo suben los precios, bajan los sueldos reales y se multiplican las excusas. Mientras tú esperas tres meses para una cita médica o haces malabares para pagar el alquiler, ellos se blindan con sueldos, asesores y privilegios. Y si estalla un escándalo, no pasa nada. Porque ya ni dimiten, ni se esconden. Se ríen. Y encima tienen la desfachatez de pedirnos confianza en las instituciones. ¿Qué instituciones? ¿Las suyas?
Estamos hartos. Y no callaremos. Esto no es indignación pasajera. Es rabia de fondo. Es el grito de quienes ya no se sienten representados por nadie. Y cada semana que pasa sin cambios, el cabreo crece.