PSOE y PP: ahora compiten por ver quién infla mejor su currículum

La política española no descansa ni en verano, pero no por gestionar, legislar o mejorar la vida del ciudadano. No, eso sería pedir demasiado. Esta vez el ring se ha montado en torno a los currículums: títulos, másteres, licenciaturas... todos al fuego. Y de ese fuego ya no sale humo blanco, solo propaganda chamuscada.
El nuevo capítulo de esta tragicomedia lo protagoniza Elías Bendodo, secretario general del PP, que ha modificado su currículum y, ¡sorpresa!, ha eliminado una licenciatura en Derecho que nunca terminó. El PSOE, con Óscar Puente al frente del dedo acusador, no ha tardado ni medio tuit en lanzar dardos. Pero claro, no hay que tirar de mucha hemeroteca para ver que ellos tampoco están limpios: ¿recordamos a Pedro Duque? ¿a Cristina Cifuentes?
Lo más surrealista es que ambos partidos se han lanzado a la yugular sin disimulo. Uno grita “mentirosos”, el otro responde “hipócritas”. La realidad: ninguno pasa la prueba del algodón. El ciudadano, ese ente olvidado, asiste con hastío a una nueva guerra de barro en la que lo académico importa solo como munición electoral. La formación real, la ética pública o la rendición de cuentas brillan por su ausencia.
Mientras tanto, la economía se enfría, la sanidad sigue con goteras y la educación pública, esa que tanto mencionan pero tan poco financian, se hunde en rankings internacionales. Pero no importa: lo fundamental ahora es si un político puso o no puso un máster en Harvard que en realidad era un cursillo online de 12 horas en YouTube.
Este espectáculo lamentable ilustra a la perfección por qué la política española se percibe como un circo. Cada día hay una nueva función. Hoy son los currículums, mañana será el “yo tengo más amigos en Europa que tú”, y pasado, quizás, una pelea en el Congreso por ver quién tiene el despacho más grande.
El periodismo, una vez más, se convierte en notario de la decadencia. Lo cuenta, lo documenta... pero no lo cambia. ¿Y los ciudadanos? Asqueados, resignados y cada vez más desconectados. Porque a fuerza de ver que todos mienten, manipulan y luego se acusan unos a otros de lo mismo, uno deja de creer en cualquier cosa que salga de sus bocas.
Una propuesta para el Congreso: que pongan un detector de mentiras en la entrada. O mejor aún, que conviertan el curriculum de los diputados en una ficha policial: alias, delitos, condenas, títulos inventados... al menos así sabremos a qué atenernos.
En conclusión: ni PP ni PSOE están en condiciones de dar lecciones. El barro está tan repartido que ya no sabemos quién es quién. Lo único claro es que, en este juego de máscaras, el perdedor siempre es el mismo: el ciudadano.