Nuevo caso de acoso sexual en el PSOE: ¿declaración digna o escándalo tapado?

¡Paren las rotativas y saquen los manuales de lavado de cara! El PSOE andaluz vuelve a escena con un nuevo y fascinante episodio que podría titularse: “De salvadoras del feminismo a escuderas del silencio en 24 h”. Resulta que Javier Perales Fernández, secretario de Reindustrialización elegido por María Jesús Montero y ex alcalde de Linares, está imputado por acoso sexual en una reunión institucional en mayo de 2023. La denunciante no es una activista peligrosa, sino María Teresa Márquez, presidenta de la asociación Hosteleros de Linares, que denuncia comentarios tipo “me pones” y “me das vidilla” dentro del Ayuntamiento.
Atención al plot twist: tras la denuncia —registrada en diciembre de 2024 ante el Juzgado nº 2 de Linares—, el asunto se declara inicio de juicio por delito leve conforme al artículo 173.4 del Código Penal. Sí, los tribunales lo consideran “humillante, hostil o intimidatorio”. Así que no estamos hablando de un desliz, sino de un caso judicial en toda regla.
Pero esperen, que lo mejor viene después: en vez de expedientar o proteger a la víctima, la estrategia ha sido la oferta de un paquete completo contra marea – difamación pública, campaña orquestada con perfiles falsos, acusaciones de racismo... todo para desacreditarla a ella y a su churrería. Vayan tomando nota de la táctica: víctima silenciosa + victimario intocable = PSOE versión andaluza.
Y más sorpresas: este caso llega solo semanas después de que Montero avalara a Paco Salazar, otro imputado por acoso sexual en la Ejecutiva estatal, defendiendo que “ya ha dado un paso atrás” aunque no haya denuncia formal . Parece que la estrategia del PSOE es premiar no rendirse, aunque se trate de escándalos sexuales dentro.
No podemos obviar el contraste: a un lado, un discurso feminista rimbombante ("yo sí te creo hermana"); al otro, la realidad de un partido que protege a altos cargos criticados por conducta inapropiada y silencia a la acusante . La diferencia entre la palabra y el hecho, ese arte perdido del PSOE.
Además, esta jugada ocurre justo en un contexto tenso: la Junta de Andalucía ha señalado a Montero por presunta implicación en la trama de Koldo/Cerdán, cuestionando si “si lo sabía, lo ocultó”. Doble escándalo en escena: acoso sexual y corrupción económica. Y nada de mea culpa colectivo.
En fin, detallemos el guion de este sainete político:
- Víctima valiente: denuncia en 2023, avanza en 2024.
- Imputado VIP: cargo designado por Montero, imputado formalmente.
- Defensa PSOE: campaña difamatoria orquestada contra la denunciante.
- Embuste de credibilidad: se sostiene la narrativa feminista, salvo cuando hay que actuar.
- Contexto turbulento: mientras la imputación sucede, Montero está en el ojo del huracán por Cerdán y trama de fondos.
Con esto en la mano, la pregunta es obvia: ¿tiene el PSOE coherencia moral para hablar de igualdad cuando acalla a una mujer que denuncia a un alto cargo? ¿O va a aplicar la misma vara de medir solo con gente del PP? El silencio oficial es ensordecedor.
Y si lo piensan, esta trama no es un simple caso aislado: forma parte de una serie que incluye Salazar, Ábalos, Cerdán y más, donde cada escándalo se tapa, se encubre o se ignora. Mientras tanto, Montero sigue al timón del PSOE-A con una moral de plástico que cruje bajo presión.
¿Y la justicia? La Fiscalía ya admite trámite judicial, el juicio por delito leve está en marcha. El PSOE tendrá que elegir: posicionarse del lado de la denunciante y expulsar a Perales, o quedarse con los silencios cómplices y asumir un nuevo desgaste institucional.
Resumen final, corte cómico-irónico: tenemos un cargo imputado por acoso, una mujer señalando con valentía, un partido que patrocina campaña de desprestigio, y una ministra que habla de feminismo sin avergonzarse. En versión cómic, el retrato sería de esos con bocadillos en los que la hipocresía baila flamenco.
Así que ya saben, la próxima vez que escuchen a algún dirigente soltando “la presunción de inocencia”, recuerden: a veces la presunción pesa más para callar que para creer. Y en Andalucía, tras cada aplauso feminista, puede esconderse un silencio cómplice que huele a oportunidad política.