La mujer del comisionado fake: sin título, sin vergüenza y sin destituir

Esto ya no es una comedia de enredos, es una tragedia institucional en directo. Una semana ha pasado desde que saltó a la luz que la mujer del famoso “comisionado de odio” del anterior Consell, nombrado por el PSPV, no ha podido presentar el título universitario que justificaría su más que jugoso enchufe público. Y lejos de dimitir, lejos de ser cesada, ahí sigue la señora: cobrando y callando.
Por si alguien se perdió el primer capítulo de este sainete valenciano, lo resumimos: el Gobierno autonómico socialista se sacó de la manga una figura tan absurda como peligrosa —un “comisionado del odio”— con funciones difusas y aroma a policía política ideológica. Hasta ahí todo mal. Pero la cosa se puso peor cuando se supo que su señora esposa fue colocada en un alto cargo relacionado con políticas LGTBI+ y feminismo sin demostrar ni titulación ni méritos. Su principal mérito, al parecer, era compartir colchón con el comisionado.
Desde entonces, todo han sido excusas, dilaciones y cortinas de humo. La consellera de turno hace mutis por el foro. El PSPV juega al despiste. Y la implicada, que debería estar fuera a patadas, sigue instalada en la impunidad más descarada. ¿Dónde está ese título? ¿Lo tiene? ¿Está en la lavandería? ¿Lo mandaron por fax desde una universidad imaginaria?
Mientras tanto, miles de jóvenes con carreras reales, másters auténticos y años de oposición siguen en la cola del paro. Porque en la España socialista no importan la formación ni la competencia. Importa el carnet, el apellido, o a quién conoces (o con quién te acuestas).
Pero aquí nadie asume responsabilidades. El PSOE calla, los medios afines hacen como que no pasa nada, y la ciudadanía traga con un sistema podrido de clientelismo y favores cruzados. Esto no es una anécdota: es un síntoma del cáncer que corroe nuestras instituciones públicas.
¿Qué más tiene que pasar para que alguien la destituya? ¿Tiene que salir un vídeo? ¿Una confesión? ¿Un hechizo con el horóscopo? Porque si la ley, el sentido común y la ética no son suficientes para cesarla, entonces estamos perdidos.
Y cuidado: este escándalo es solo la punta del iceberg. ¿Cuántos cargos similares están colocados a dedo en nombre de causas nobles que los socialistas han prostituido para hacer negocio? ¿Cuántos falsos activistas, falsos gestores y falsos demócratas están viviendo del cuento con el dinero de todos?
La mujer del comisionado fake no tiene título, pero tiene algo más importante para el PSOE: silencio garantizado y obediencia partidista. Y eso, por lo visto, vale más que cualquier currículum.
Una vez más, el socialismo demuestra que lo suyo no es gobernar, sino repartir cargos, subvenciones y migajas entre sus leales. España no necesita más comisionados del odio. Necesita una comisión de la vergüenza ajena. Y que empiecen por la Comunidad Valenciana.