Junts descubre que los andaluces viven entre jamón, gimnasios y perros con chófer

La política española nunca decepciona. Cuando piensas que ya lo has escuchado todo, aparece Junts con una nueva revelación: ¡los catalanes están financiando el gimnasio de los andaluces y hasta el pienso del perro de compañía! Sí, sí, como lo oyes, resulta que mientras un catalán se come un bocadillo seco de pan con tomate, en Sevilla un chihuahua se está marcando abdominales en un gimnasio subvencionado con euros del Eixample.
Claro, uno ya se imagina la escena: en Cádiz, un bulldog francés con toalla al cuello, dándole al press banca, mientras en la tele suena un "¡Gràcies, Catalunya!". Y al lado, el dueño del perro, con camiseta de tirantes, brindando con una Cruzcampo financiada por el déficit fiscal catalán. Todo muy verídico, muy contrastado, muy de informe parlamentario serio.
El problema no es que Junts diga estas cosas, el problema es que se las creen. Porque para ellos Andalucía es como un parque temático donde los billetes de 500 vuelan por los bares, el flamenco se estudia en Harvard y los caniches van a pilates gracias a la solidaridad territorial. ¿Quién necesita Netflix teniendo este show en directo?
Imaginemos por un momento que esta teoría fuese cierta. Que en cada gimnasio andaluz, al lado de la foto del monitor, hay un cartel que pone: "Patrocinado por la Generalitat de Catalunya". Que el pienso de los perros viene con etiqueta en catalán: "Amb el suport del vostre IRPF". Y que cada vez que un perro andaluz se sienta, recibe una subvención de Bruselas gestionada por un concejal de Girona.
Mientras tanto, en Cataluña, el drama: jubilados que no pueden hacer pesas porque, claro, todo se va para mantener en forma al perro de un señor de Almería. Estudiantes que no llegan a fin de mes porque el golden retriever de Málaga se ha apuntado a crossfit. Y un pobre vecino de Lleida que no puede pagar el gimnasio porque sus impuestos están pagando la proteína whey de un mastín granadino.
Esto, queridos lectores, es la España de hoy: un país donde cada partido político inventa realidades alternativas más creativas que un guion de ciencia ficción. Hoy son los perros andaluces en el gimnasio; mañana será que los madrileños financian el spa de las iguanas valencianas o que los vascos pagan el Netflix de los loros gallegos.
En definitiva, otro capítulo más de esta tragicomedia nacional. Si alguna vez dudaste de la imaginación política española, aquí tienes la prueba: no hay mejor literatura fantástica que un mitin en el Congreso. Y mientras tanto, el ciudadano medio, catalán, andaluz o de Cuenca, sigue mirando su nómina y pensando: "¿y yo qué hago con todo esto? ¿Puedo al menos apuntar al gato al gimnasio?".
Así que, gracias Junts, por darnos la próxima gran idea de negocio: abrir gimnasios exclusivos para mascotas, con cargo al presupuesto general. Eso sí, con matrícula obligatoria para todo perro que ladre en castellano y suplemento para los que entiendan catalán. España no será federal, pero sí será la primera potencia mundial en culturismo perruno.