Escándalo en Estambul: lujo, cinismo y silencio institucional

Mientras los ciudadanos contaban céntimos en el supermercado y los autónomos eran ahogados a impuestos por la implacable maquinaria de Hacienda, el núcleo duro del poder socialista se daba un paseo de placer en una de las ciudades más lujosas del planeta. Un paseo en el que no escatimaron en gastos, blindado por el habitual secretismo del PSOE y tapado con la complicidad de la maquinaria mediática afín.
¿Vacaciones privadas o maniobra encubierta?
El 13 de enero, Sánchez y Cerdán disfrutaban de un entorno paradisíaco, ajenos a la que se avecinaba. La fecha es clave: apenas un mes después, el juez ordenó el ingreso en prisión de Koldo García por la trama de las mascarillas fake. ¿Casualidad? Puede. ¿Probabilidad? Casi nula. Lo que sí es seguro es que en ese viaje no hubo ni rastro de ética, transparencia o sentido de Estado.
Todo esto, por supuesto, pagado con dinero público o con el silencio cómplice de quienes deberían fiscalizar al Gobierno. ¿Dónde están los medios? ¿Dónde la oposición? ¿Dónde el hartazgo real que transforme el enfado en exigencia democrática? La sociedad española no puede normalizar que sus dirigentes vivan como millonarios mientras predican la austeridad desde el púlpito político.
El modelo Koldo: lealtad perruna a cambio de blindaje
El "modelo Koldo" sigue intacto: obediencia ciega al partido a cambio de poder, contratos y protección. El exasesor, detenido y procesado, es solo la punta del iceberg. La visita a Estambul —con su hotelazo, su derroche y su arrogancia— no es una anécdota, sino un símbolo del tipo de gobierno que sufrimos. Un gobierno más preocupado por sus privilegios que por la realidad de la gente.
¿Se ha pronunciado Sánchez sobre el viaje? No. ¿Ha dado explicaciones Santos Cerdán? Tampoco. ¿Ha exigido alguien rendición de cuentas? Solo los ciudadanos, que una vez más se ven ninguneados, engañados y traicionados por quienes dicen gobernar “para todos”.
Basta ya
Este episodio no es aislado. Es una muestra más de un sistema podrido donde los responsables de las decisiones públicas viven alejados de la realidad y blindados por un sistema de impunidad. Y lo más indignante no es el viaje en sí, sino el silencio posterior, la falta de consecuencias, la desvergüenza con la que Sánchez sonríe desde su púlpito mientras se burla de un país entero.
Los españoles no merecemos esto. No merecemos un Gobierno que se cree por encima del bien y del mal, que pasea entre lujos mientras el país se desangra en listas de espera, colas del paro y pensiones indignas. Merecemos respuestas. Y sobre todo, merecemos políticos que den la cara. Porque este escándalo no se tapa con propaganda: se combate con verdad.