El PSOE pierde militantes a puñados… ¡pero se forra como nunca!

¿Qué brujería fiscal es esta? El PSOE ha cerrado 2023 con un beneficio neto de 5,6 millones de euros, según desvela la prensa. Todo esto mientras vive una auténtica desbandada de afiliados. ¿Cómo demonios lo hacen?
En plena crisis de credibilidad, con Ábalos en la cuerda floja por el 'caso Koldo', y Santos Cerdán nadando entre informes y sospechas, el partido logra un resultado económico más propio de una multinacional que de una organización política que debería vivir de cuotas. A este paso, los próximos Presupuestos del Estado deberían incluir una partida titulada “Plusvalía socialista”.
Según el documento financiero presentado por Ferraz, los ingresos totales ascendieron a más de 52 millones de euros. Pero lo más insultante es que casi la mitad de esa suma proviene de nuestros bolsillos: subvenciones públicas, dinero de todos, incluso de aquellos que no votan ni en broma a Pedro Sánchez.
¿Y los afiliados? ¡Huyendo como si vieran una pancarta del IVA! En los últimos años, el PSOE ha perdido decenas de miles de militantes. Una estampida digna de un documental de National Geographic. Pero la estructura del partido se mantiene más robusta que nunca. ¿Cuál es el secreto? ¿Una máquina de imprimir billetes? ¿O simplemente han perfeccionado el arte del clientelismo y la ingeniería contable?
La pregunta que se hacen muchos ciudadanos es sencilla: ¿cómo puede un partido que supuestamente representa al pueblo, enriquecerse mientras pierde el respaldo de su propia base? La lógica democrática dice que si pierdes militantes, pierdes fuerza. Pero la lógica PSOE dice: “cuantos menos seamos, más tocamos a repartir”.
¿Y qué papel juega Ábalos en todo esto? El exministro, aún aferrado a su escaño con uñas y dientes, sigue saliendo en los balances como si fuera parte del equipo gestor. ¿Y Santos Cerdán? El ‘bombero’ de Ferraz que ya no sabe si apaga fuegos o alimenta brasas.
Es escandaloso comprobar cómo los partidos en España se han convertido en estructuras empresariales disfrazadas de organizaciones democráticas. Da igual que la gente no crea, no milite o no vote: el dinero fluye. Flujo garantizado por el sistema de financiación pública que premia al aparato, no a la ciudadanía.
Lo más surrealista de todo es que estos beneficios se presentan como una “gestión responsable”, cuando en realidad son el síntoma más obsceno de un sistema político que ha perdido la conexión con la calle. Un sistema donde la militancia ya no importa, y lo único que cuenta son las siglas, las subvenciones y los tejemanejes del poder.
Conclusión: el PSOE no es ya un partido político tradicional. Es una empresa estatal con oficinas en toda España, sede central en Ferraz y accionistas muy selectos. Mientras tanto, los ciudadanos, sean de izquierda o de derecha, se quedan mirando cómo el negocio de la política sigue siendo, para algunos, el más rentable de todos.
Y aún habrá quien diga que esto es “progreso”.