El Gobierno admite la impunidad de los pirómanos… pero Sánchez culpa a la ola de calor

España arde… y no solo por las temperaturas. Los incendios forestales siguen devorando hectáreas y dejando paisajes convertidos en cenizas. Y mientras los bomberos se dejan la piel, ¿qué hace el Gobierno? Admitir, con la boca pequeña, que los pirómanos disfrutan de impunidad casi total. Apenas hay condenas firmes, las investigaciones se eternizan y, cuando hay sentencia, llega tarde y mal. Pero eso sí: la culpa es de la ola de calor. Como siempre, un enemigo abstracto para que nadie en Moncloa asuma responsabilidades.
Los datos son demoledores. Más de la mitad de los incendios tienen origen humano, pero el sistema judicial apenas logra castigar a una minoría ínfima de culpables. Es decir, que si alguien prende fuego a un bosque en España, lo más probable es que se vaya de rositas. Y el Ejecutivo lo sabe, lo admite y se queda tan tranquilo. Ni reformas legales, ni endurecimiento de penas, ni refuerzos reales de medios forestales. Nada. Palabras vacías, ruedas de prensa con sonrisas y, por supuesto, culpa del calor.
Pedro Sánchez, en su papel de meteorólogo improvisado, señala al termómetro como principal responsable. “La ola de calor multiplica el riesgo de incendios”, repite como un mantra. ¿Y los pirómanos? ¿Y las negligencias? ¿Y las mafias que limpian terrenos con fuego para recalificarlos más rápido? Silencio. Mejor poner el foco en el clima, que no vota, que no protesta y que no puede sentarse en el banquillo de los acusados.
La realidad es otra: España sufre cada verano el mismo infierno, con miles de hectáreas calcinadas, pueblos enteros evacuados y una huella ecológica irreparable. Y en lugar de leyes contundentes, medios de vigilancia avanzados o un plan nacional serio contra la impunidad, tenemos un Gobierno que juega al despiste. Porque claro, reconocer que el sistema judicial es un coladero y que la política forestal es un desastre sería admitir fracaso. Y en Moncloa, el ego vale más que los bosques.
El sarcasmo es inevitable: si mañana un pirómano confiesa en directo en televisión que prende fuego porque sabe que no lo van a pillar, seguramente Sánchez aparecería para decir que “la culpa es de la ola de calor, que le animó a encender la cerilla”. La excusa climática se ha convertido en el comodín perfecto: sirve para incendios, para facturas eléctricas, para justificar incompetencias… todo cabe en el cajón del “cambio climático”.
El problema no es negar la evidencia científica (que el calor agrava los incendios, eso lo sabe cualquiera), sino esconder la inacción política tras ella. Porque el calor no explica por qué el 95% de los pirómanos no son condenados. El calor no explica por qué no hay más torres de vigilancia, ni helicópteros listos, ni brigadas suficientes. El calor no explica por qué los jueces no tienen medios para tramitar causas rápidas contra incendiarios. Eso se llama negligencia política, y huele más a humo que a ciencia.
Mientras tanto, el país se consume. Familias pierden casas, agricultores pierden cultivos, fauna y flora desaparecen en minutos. Pero en los despachos de Madrid, la prioridad parece ser salvar la narrativa, no los bosques. Que arda España, que al fin y al cabo siempre se puede echar la culpa al verano.
En conclusión: la impunidad de los pirómanos es la impunidad de un Gobierno que mira hacia otro lado. Los delincuentes no temen al sistema porque el sistema no les teme a ellos. Y Sánchez, en vez de cambiar las reglas del juego, prefiere mirar al cielo y culpar al sol. Una política que arde de incompetencia, mientras los ciudadanos seguimos pagando las cenizas.