El fiscal general en el banquillo: 150 000 € de fianza y un vacío legal que vale oro

España nunca defrauda. Cuando uno cree que ya lo ha visto todo, aparece una noticia que combina alta política, comedia involuntaria y un toque de surrealismo marca de la casa. El Tribunal Supremo ha decidido abrir juicio oral contra Álvaro García Ortiz, fiscal general del Estado, por revelación de secretos. Hasta ahí todo parece serio… pero espere, que viene el sainete.
El Supremo, con su toga bien planchada, le da cinco días para reunir 150 000 euros de fianza. Y si no, pues embargo al canto: adiós coche oficial, adiós plumas de lujo, adiós colección de corbatas de seda. O al menos, eso uno imaginaría. Porque claro, cuando al ciudadano medio le embargan, es hasta la tostadora. Pero aquí hablamos de un fiscal general, no de un autónomo que se retrasa en la cuota.
Lo jugoso no es sólo la fianza: es que, pese a estar encausado, no lo suspenden del cargo. ¿La razón? Un “vacío legal”. Esa expresión mágica que en España se traduce en: si no hay norma que lo prohíba, pues siga usted cobrando. Resultado: García Ortiz se sienta en el banquillo como acusado, pero sigue despachando como fiscal general. ¡Bingo!
Imagine el episodio: el fiscal llega a su oficina por la mañana, pasa por la máquina de café y piensa: “Bueno, hoy me toca preparar mi defensa en el Supremo, pero antes firmo unos papeles como si nada”. Cualquiera diría que es un sketch de Martes y Trece, pero no: es política patria en vivo y en directo.
El caso que lo mete en este berenjenal no es menor: se le acusa de filtrar información sensible relacionada con el novio de Isabel Díaz Ayuso. Un correo electrónico confidencial que, en teoría, debía estar blindado, terminó en manos de periodistas. Y claro, el Supremo ha dicho: “Oiga, esto no se hace”.
Lo mejor de todo es la ironía institucional. Los jueces exigen fianza millonaria, abren juicio oral, advierten de embargo… pero la silla de fiscal general sigue ocupada, intacta, impoluta. Vacío legal lo llaman. Aquí en la calle lo llamamos “barra libre”.
Y ahora viene la parte de guasa: ¿qué pensarán los miles de funcionarios a los que les apartan del cargo a la mínima sospecha? ¿Qué pensarán los ciudadanos que ven embargada su nómina por una multa de tráfico olvidada? Pues que en este país hay dos escalas: la del ciudadano corriente, y la del fiscal general que, aun con juicio encima, mantiene el timón.
Seamos claros: España es la nación donde hasta la justicia tiene un toque de sainete. Un país donde la palabra “banquillo” suena menos a tribunal y más a parque infantil. Donde una fianza de 150 000 € no es condena moral, sino casi una entrada VIP para seguir en el palco. Y donde el vacío legal no es un error técnico: es una puerta giratoria abierta de par en par.
La moraleja: si usted alguna vez se mete en líos, asegúrese de tener dos cosas: amigos poderosos y un buen “vacío legal” que le cubra. Porque, visto lo visto, la justicia puede ser ciega… pero el humor es inevitable.
España, qué país más serio… cuando quiere hacer reír.