Cuando Hacienda juega al escondite con Barrabés

¡Ay, Hacienda! Esa institución que siempre te encuentra el ticket del café de 1,20 € pero nunca el contrato público de 1,2 millones. Ahora dicen que han detectado “irregularidades” en los contratos adjudicados a Barrabés, el mismo que aparece en la saga “Begoña Gómez y sus correos misteriosos”. Porque en España no tenemos Marvel, tenemos corrupción cinematográfica en entregas infinitas: El retorno del contrato fantasma, La factura contraataca y Regreso al chiringuito.
Lo gracioso es que la noticia suena a déjà vu. Un día es un amigo del primo del asesor de no sé quién, al otro una fundación con más subvenciones que proyectos, y ahora Barrabés, que suena más a marca de zapatillas que a imputado. Lo de “irregularidades” es un término ya tan desgastado que debería aparecer en el diccionario como sinónimo de “lo normal en España”.
Mientras tanto, los ciudadanos seguimos pagando religiosamente el IVA de la caña, porque si no, Hacienda te envía un dron armado con notificaciones. Pero cuando se trata de millones en contratos públicos, ahí la lupa se queda empañada: “uy, no vimos nada, se nos pasó entre tanto papel”. Claro, debe de ser que las irregularidades se camuflan mejor que los camaleones en el Congreso.
Lo más divertido es el guion: primero adjudican contratos como quien reparte chupachups en un cumpleaños, luego alguien sopla que algo huele raro, y años después aparece Hacienda diciendo “¡ajá!”. Pero para entonces el dinero ya está en algún resort, en algún bolsillo, o convertido en consultoría con nombre inglés tipo Smart Future Talent Solutions, que siempre cuela más que “Consultoría Pepe”.
¿Y qué pasa ahora con Barrabés? Pues lo mismo de siempre: lo imputan, se hace el sorprendido (“¿yo?, ¿corrupción?, ¡qué va!”), sus abogados despliegan powerpoints con gráficos confusos, y los políticos de turno sueltan un “confiamos en la Justicia”. Traducción: “ya veremos si se nos olvida el tema en tres telediarios”.
Aquí la gran innovación no es el supuesto delito, sino la narrativa. Porque en España los casos de corrupción se han convertido en culebrones. Que si “caso Gürtel”, que si “caso Kitchen”, que si “caso Begoña”. A este ritmo, Antena 3 debería meterlos en la parrilla después de “Amar es para siempre”. Total, ya tienen personajes fijos: empresarios sonrientes, políticos indignados, jueces con cara de póker y ciudadanos que ponen cara de “otra vez la misma película”.
Y, por supuesto, lo mejor de todo: los mismos que dicen luchar contra la corrupción aparecen rodeados de imputados como si fueran figurantes en un desfile. Barrabés se convierte en un capítulo más del gran libro de la picaresca nacional, con Hacienda intentando aparentar que controla, cuando todos sabemos que su papel es más el de actor secundario: aparece tarde, dice dos frases, y se va del escenario.
Mientras tanto, tú sigues esperando que te devuelvan los 50 € de la declaración de la renta del 2020. Tranquilo, que ya llegará… justo el mismo día que condenen en firme a alguien por corrupción en España: nunca.
Al final, la moraleja es clara: si eres ciudadano normal, paga hasta la última peseta. Si eres empresario de moda en los pasillos del poder, tranquilo: las “irregularidades” son solo parte del juego. Y si te pillan, sonríe, porque tu caso saldrá en todos los periódicos y pasarás a formar parte de ese selecto club de imputados VIP que no pisan cárcel, pero sí titulares.
España no es un país, es un reality show fiscal. Y lo peor de todo es que seguimos viéndolo, como si no conociéramos ya el final.