Chivite, Cerdán y el pelotazo exprés: subvención a medida en tiempo récord

Ya es oficial: los plazos administrativos son mágicos… cuando quien llama a la puerta es de casa. La flamante presidenta de Navarra, María Chivite, no tardó ni dos semanas en hacer su primer gran gesto de “confianza institucional”. ¿El destino? Una jugosa subvención para una empresa en la que —qué cosas— el socialista Santos Cerdán tenía intereses más que notables. ¡Qué velocidad! ¡Qué precisión! ¡Qué olfato presupuestario!
La empresa se llama Servinabar, nombre que suena a cafetería con trastienda de mordidas, pero resulta ser una compañía clave en la trama del caso Koldo. ¿Y cómo es posible que justo tras la investidura se active una subvención directa y millonaria para dicha entidad? Pues porque la política tiene eso: el calendario se adapta al amigo, como el jamón al cuchillo.
Chivite, sonriente y reformista, no dudó en calificar la operación como “excelente”. Qué menos, cuando se trata de reforzar infraestructuras con empresas que han demostrado eficiencia… en el cobro de comisiones, claro. Todo muy profesional. Nadie lo haría mejor que quien comparte sobremesas y listas de WhatsApp con la cúpula del partido.
En Ferraz, por cierto, nadie pestañeó. Porque el silencio es la mejor música de acompañamiento cuando se reparte dinero público con criterio partidista. ¿Quién dijo que no se podían acelerar los trámites? Bastó una firma, un sello, y zas: pelotazo de confianza. Y mientras tanto, Hacienda, la Intervención General y los servicios jurídicos… de vacaciones emocionales.
La trama sigue engordando, y lo mejor es que cada movimiento parece coreografiado. Cerdán, aún en el ojo del huracán por los audios de mordidas y las visitas sospechosas al ministerio, se beneficia indirectamente de una administración navarra que actúa como despacho paralelo de la Moncloa. Chivite, por su parte, actúa con la frescura de quien no teme que le pillen. Spoiler: ya la han pillado.
¿Y la ciudadanía? Perpleja. Porque no es que estemos ante una coincidencia, es que esto ya parece un patrón. Investidura → gratitud → transferencia. Un trinomio ético que hace que hasta el BOE parezca un reality show.
Por supuesto, desde el Gobierno foral todo es “transparente, legal y motivado”. Y si alguien encuentra algo raro, que mire para otro lado. Pero lo cierto es que ese “pelotazo exprés” ha dejado un aroma pestilente a dedazo, reparto de favores y complicidad política con trazas de delito.
¿Y los medios afines? Aplaudiendo el modelo navarro de gestión ágil. “¡Es eficiencia!”, dicen. Aunque si esa eficiencia termina en el bolsillo del mismo que está bajo investigación por corrupción, tal vez habría que redefinir el concepto.
En fin, esto no es una subvención. Esto es un abrazo presupuestario, un beso en forma de millones y una caricia administrativa que da vergüenza ajena. Todo envuelto en papel oficial y acompañado de declaraciones solemnes sobre "impulso estratégico". Si esto no es nepotismo, que venga Montesquieu y lo vea.
Seguiremos atentos, porque si esta es la nueva normalidad política, conviene comprar gafas de sol: el brillo del cinismo es cegador. Que no se diga que el PSOE no sabe agradecer... con dinero de todos.