Begoña Gómez y el récord olímpico de imputaciones: quinto delito y sumando

España no se aburre. Si alguien pensaba que la política era monótona, solo tenía que esperar al próximo capítulo de la saga "Begoña Gómez contra el sentido común". La esposa del presidente Pedro Sánchez ha acudido hoy a declarar por lo que ya es su quinto delito imputado. Sí, quinto, como quien colecciona cromos de la Liga pero en versión judicial.
¿La nueva acusación? Malversación. Porque claro, en la España de la picaresca no podía faltar la guinda: la contratación de su asesora, Cristina Álvarez. Que oye, cualquiera contrata a una amiga para echarte una mano con la agenda… pero aquí parece que la cosa ha ido un poquito más allá. Tanto, que al juez Juan Carlos Peinado le ha dado por revisar todos sus correos electrónicos desde 2018. Vamos, que a este paso le van a analizar hasta los correos de felicitaciones navideñas.
La imagen es casi cinematográfica: Begoña entrando en los juzgados con una carpeta tamaño enciclopedia, mientras el juez se frota las manos como quien abre Netflix para un maratón de series. Solo que aquí no hay temporada final, sino más bien spin-offs infinitos.
El abogado defensor, desesperado, ha puesto el grito en el cielo. Que si vulneración de derechos fundamentales, que si el secreto de las comunicaciones, que si providencias y autos. Al ciudadano de a pie le suena a chino, porque lo único que entiende es que en este país, cuando te pillan, siempre aparece algún artículo recóndito de la Constitución para intentar salvarte el pellejo. Made in Spain.
Y claro, el personal no perdona. En la barra del bar ya se oyen comentarios del tipo: “Si a mí me revisan los correos desde 2018, me sacan hasta los pedidos de Amazon y los memes de WhatsApp”. Pero lo de Begoña no son memes: son contratos, favores y, según el juez, posibles delitos. Que no es lo mismo recibir spam de cursos de inglés que firmar cosas con tufillo a chanchullo.
Lo más divertido –o trágico, según se mire– es la resistencia numantina del entorno de Sánchez. Que si es una persecución política, que si los jueces son unos fachas con toga, que si todo es un montaje de la derecha. El manual clásico. El problema es que cuando ya te caen cinco imputaciones encima, la excusa empieza a sonar más repetitiva que el estribillo del verano.
Mientras tanto, Moncloa anda entretenida buscando cómo tapar el agujero. En la comunicación oficial todo son palabras bonitas: confianza en la justicia, respeto a los procedimientos, bla bla bla. Pero por dentro deben estar que trinan. Imaginaos el WhatsApp interno del gabinete: “Chicos, ¿alguien sabe si en Correos hay tarifa plana para requisar mails de siete años?”.
La calle, por su parte, no se inmuta. Al fin y al cabo, aquí hemos visto de todo: presidentes declarando, ministros dimitiendo, tesoreros con cuentas en Suiza y hasta alcaldes que no sabían nada de nada mientras firmaban lo indecible. Y España sigue girando, con fútbol, terrazas y chascarrillos, porque el humor es lo único que no nos pueden embargar.
La gran pregunta es: ¿cuándo parará esta bola de nieve? Porque si con cada delito se abre un capítulo nuevo, la serie de Begoña puede acabar durando más que “Cuéntame cómo pasó”. Y a este paso, el juez Peinado va a necesitar vacaciones eternas.
De momento, lo único claro es que tenemos material de sobra para el chiste diario. Y que, entre imputación e imputación, Begoña va camino de convertirse en la persona más citada en los juzgados después del mismísimo Bárcenas. Si había un récord, ya lo ha batido.
España, ese país donde los correos del 2018 pueden convertirse en la comedia del 2025. Y donde la guasa nunca falta, porque al final, la risa es la última defensa del ciudadano de a pie ante el esperpento político.